15/5/09

Cultura de club vs club de cultos

Nuevas formas de expresión, movimientos underground paralelos, colectivos hedonistas que buscan en la cultura rave una respuesta a la masificación comercial que ofrecen los medios generalistas. Vuelve el punk en su versión más bizarra, pero esta vez sustituimos la cresta por las gafas de sol.

Atrás quedaron los tiempos de las grandes discotecas, la masificación del personal y el Macrofiesta agobiantesentimiento de pertenecer a una crew con la que uno ya no se siente identificado. Todo aquello del glamur de ver a un dj venido de Londres en su jet privado, precios desorbitados y modas estéticas banales, está ahora fuera de toda vigencia. Hoy en día, eso no deja de ser otra moda a la que la gente se suscribe, para alinearse y conseguir pertenecer a una comunidad donde el ser comprendido, adoptando comportamientos colectivos, es el objetivo base.

Pero esto no siempre fue así. Al igual que el punk de los 70’ en el Reino Unido, el origen del movimiento electrónico europeo se basaba en una ruptura de los comportamientos standard, que urgían un grito de rabia contra las normas y estilos de vida establecidos. Así pues se entendió que el ritmo repetitivo, con un envolvente sonido grave, agudos electrizantes y todo ello machacado por un pesado bombo a un ritmo superior a los 165 BPM, era la perfecta vía de escape a una cotidianidad aburrida y sin condimentos. Y como en toda vía de escape, las sustancias psicoactivas y químicas hallaron su mejor caldo de cultivo en una generación que volvía a sentir esa adrenalina que la coyuntura económica de la época les robó. Se crearon así comunidades libres y liberales.

En el artículo publicado por El País “Ascenso y caída del dj superestrella”, Xavi Alonso retrata acertadamente la transformación forzosa que el sector de la música electrónica afronta estos días. Habla de una época de ardió por su propio uso y abuso, y del continente americano como el futuro. “El super club es algo ya casi del pasado”, dice Ricardo de Azcuénaga, responsable del sello alemán Cocoon en Latinoamérica.

Ahora volvemos y tendemos de nuevo a una corriente underground. Se valora infinitamente más una sesión clandestina en un ático de un edificio berlinés, una rave abierta en una cementera abandonada de Granada o una fiesta con invitación secreta vía facebook. Todo antes que la típica y desfasada macrofiesta, con macropúblico y en un macroespacio. Se regresa a los principios. Y no sólo en los estilos musicales (que de “avanzados” que son, cada vez se asemejan más a los sonidos sucios y delirantes del pasado), sino a la mentalidad de acercarse a una contra-cultura, reservada ahora sí (de nuevo) a unos pocos -huida de lo masivo-, pero que en esencia responde a una actitud punk contemporánea.

Las nuevas tecnologías, la compleja red de comunidades interactivas y globales, y el enorme flujo de información fácil de acceder, están convirtiendo a esa nueva legión de “clubbers” en un ejército de especialistas en su área (ingenieros de sonido, productores musicales, periodistas especializados, expertos en redes informáticas, etc…), capaces de aplicar todas sus armas intelectuales al servicio de una corriente social y vanguardista. Ya hoy, no sólo las drogas son de diseño, sino también la sociedad, la música, las tendencias, los comportamientos…. Toca ahora elegir el club y la cultura. ¿O por qué no mejor la mezcla de ambos?